Un regiomontano, que ahora cuento como un amigo, recientemente me recomendó el libro Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar. Dijo que lo estaba disfrutando mucho. Me gusta mucho como él escribe, así que fui y lo compré. Lo acabe de terminar. Leí la traducción del francés original al español. La traducción es de Julio Cortázar. El libro me parece uno de estos que te agarran a la primera lectura, pero por lo menos en mi caso, me siento todavía un poco inmaduro para el libro. Quizá porque son las memorias de un hombre que ya vivió su vida y que se encuentra en su lecho de muerte con todas las memorias de su vida rodando por la cabeza. Me parece que es un libro que volveré a leer en unos años y que sacaré aún más provecho de él luego. Bueno, aquí van las citas que en este momento de mi vida me agarraron por alguna razón o otra (unas más obvias que otra):
Nunca me gustó mirar dormir a los seres que amaba; descansaban de mí, lo sé; y también se me escapaban. Todo hombre se avergüenza de su rostro contaminado de sueño. (25)
He comprendido que pocos hombres se realizan antes de morir, y he juzgado con mayor piedad sus interrumpidos trabajos. (83)
Aquellas vanas tentativas se explicaban pasablemente por la afición al libertinaje; se mezclaba en ellas la esperanza de inventar una nueva intimidad en la que el compañero de placer no dejara de ser el bienamado y el amigo, el deseo de instruirlo, de someter su juventud a las experiencias por las que había pasado la mía, y quizá, más inconfesadamente, la intención de rebajarlo poco a poco al nivel de las delicias triviales que en nada compremeten. (161)
Pero ninguna caricia llega hasta el alma. (177)
A veces me pregunto en qué escollo naufragará toda esa cordura, puesto que siempre naufragamos: ¿será una esposa, un hijo demasiado querido, una de esas trampas legítimas en que caen por fin los corazones timoratos y puros? ¿O sería sencillamente la vejez, la enfermedad, la fatiga, el desengaño que nos dice que si todo es en vano, la virtud también los es? (240)
Eager and impassioned tenderness, sullen effeminacy. (Cita de Shelley) (280)
Debe existir alguien, siquiera en el trasfondo en la aventura de un libro bien llevado o en la vida de un escritor feliz, alguien que no deje pasar la frase inexacta o floja que no cambiamos por pereza; alguien que tome por nosotros los gruesos volúmenes de los anaqueles de una biblioteca para que encontremos alguna indicación útil y que se obstine en seguir consultándolos cuando ya hayamos renunciado a ello; alguien que nos apoye, nos aliente, a veces que nos oponga algo; alguien que comparta con nosotros, con igual fervor, los goces del arte y de la vida, sus tareas siempre pesadas, jamás fáciles; alguien que no sea ni nuestra sombra, ni nuestro reflejo, ni siquiera nuestro complemento, sino alguien por sí mismo; alguien que nos deje en completa libertad y que nos obligue, sin embargo, a ser plenamente lo que somos. (286)