En el mingitorio descansaban dos pedazos de chicle bubble gum, mordiditos miles de veces y oliendo a una fuerte mezcla química y maloliente de fresa y maracuyá. Olían más fuerte que la orina en la que estaban remojando.
Salí y fui a comprar una nieve oaxaqueña, sabor "Encanto Zapoteco" una mezcla de fresa, guayaba y nuez de un vendedor frente al trabajo.
Me la comí con una cuchara pequeñísima sentado en el andén del Cintermex, viendo pasar las nubes. Me invadió un deseo fuerte, quería estar soñando en ese momento. Sentí una tristeza profunda y agobiante por no poder salir al borde del andén y levantarme los brazos y salir volando, como miles de veces he hecho en los sueños cuando ya quería escaparme.
Tenía mil ganas de salir volando arriba del lote de estacionamiento, arriba del muro, y mirar la ciudad abajo, los carros, edificios, casa, gente. Volar hasta Chipinque o la Huasteca o Cuatro Ciénagas y por fin ver otra cosa, algo vivo y verde, y no esta maldita pantalla.